Pensemos en las enzimas de restricción como tijeras precisas capaces de
cortar el ADN en lugares específicos. En su esencia, estas enzimas son
herramientas imprescindibles utilizadas por las bacterias como sistema de defensa

contra invasores virales. Su descubrimiento revolucionó la manipulación genética y
se convirtió en una piedra angular de la biotecnología moderna.
En el escenario molecular, la enzima de restricción se presenta como una
especialista en cortes quirúrgicos en la doble hélice del ADN. Su acción se centra en
secuencias específicas de nucleótidos, conocidas como sitios de restricción. Estas
tijeras moleculares pueden cortar el ADN en lugares precisos, generando extremos
cohesivos o romos según la enzima.
La maravilla de estas enzimas radica en su especificidad. Cada enzima
reconoce una secuencia de nucleótidos única y actúa como un vigilante genético,
cortando sólo en los puntos designados.
En el ámbito de la investigación y la biotecnología, las enzimas de restricción
son las herramientas fundamentales en técnicas como la clonación de genes y la
construcción de vectores de expresión. Imaginemos que queremos estudiar un gen
específico; las enzimas de restricción nos permiten cortar ese gen de manera
precisa, para luego insertarlo en un vector y estudiar su función.