Pensemos en la herencia como el legado genético que se transmite de padres
a hijos, una sucesión de información biológica que esculpe nuestra identidad y
determina nuestros rasgos. En su esencia, es el proceso por el cual las
características genéticas son pasadas de una generación a la siguiente. Esta
transferencia de información contenida en los genes, puede determinar desde el
color de los ojos hasta la predisposición a ciertas enfermedades. La herencia
también está sujeta a diversos patrones que determinan cómo se expresan ciertos
rasgos en la descendencia; puede ser autosómica dominante, autosómica recesiva,
ligada al cromosoma X, entre otros.
Ahora bien, ¿dónde encontramos aplicaciones de este conocimiento? ¡En
todos lados! Desde la agricultura, donde se utilizan técnicas de mejoramiento
genético para desarrollar cultivos más resistentes y productivos, hasta la medicina,
donde se emplea el conocimiento genético para diagnosticar enfermedades
hereditarias y desarrollar terapias génicas.
¿Sabías que la herencia genética puede influir en aspectos más allá de las
características físicas? La predisposición genética a ciertos rasgos de personalidad,
habilidades cognitivas y susceptibilidad a trastornos mentales también tiene raíces
hereditarias.