Imaginemos el mapa genético como un atlas de la herencia, donde los genes
son las ciudades y pueblos, los cromosomas son los caminos que conectan estos
lugares, y el ADN es el tejido mismo de la geografía molecular. Este mapa no solo
nos muestra la disposición física de los genes en los cromosomas, sino que también
señala los marcadores genéticos, las variantes y las regiones de interés, iluminando
los caminos hacia la comprensión de la herencia y la variabilidad genética.
Concebido sobre los pilares del ligamiento genético, este mapa revela la proximidad
entre los genes en el cromosoma y la probabilidad de su herencia conjunta. Cuanto
más estrechamente entrelazados estén dos genes en este telar genético, mayor será
la probabilidad de que viajen juntos en el viaje de la herencia.
Una de las características más notables del mapa genético es su capacidad
para desentrañar la complejidad de la herencia humana. Desde los primeros mapas
genéticos rudimentarios trazados por pioneros como Thomas Hunt Morgan, hasta los
mapas de alta resolución generados por tecnologías de secuenciación de próxima
generación, hemos avanzado enormemente en la cartografía de nuestros propios
cromosomas. Estos mapas han sido fundamentales para identificar genes
responsables de enfermedades hereditarias, trazar la historia evolutiva de las
poblaciones humanas y comprender la base genética de rasgos complejos como la
altura, el color de la piel y la predisposición a enfermedades.