En el maravilloso escenario del ADN, donde las letras del alfabeto genético
danzan en una coreografía de vida, la timina (T) emerge como una destacada
protagonista. Es una de las cuatro bases nitrogenadas que componen los escalones
de la doble hélice del ADN, junto con la adenina (A), la citosina (C) y la guanina (G).
Esta delicada molécula, con su estructura de anillo de pirimidina, se entrelaza con su
pareja complementaria, la adenina, en un abrazo químico que sostiene la esencia
misma de la vida.
Un dato curioso al respecto de esta base es que es sensible a la luz
ultravioleta. Cuando la piel está expuesta a esta luz, puede causar daño a las
moléculas de timina, lo que lleva a problemas de salud, principalmente, al desarrollo
de enfermedades cutáneas como el cáncer de piel. Sin embargo, esta misma
capacidad de absorción de la timina se aprovecha en aplicaciones como la
fototerapia, donde la luz ultravioleta se utiliza para tratar afecciones dermatológicas
como la psoriasis.
¿Sabías que el ARN no tiene timina? En su lugar, utiliza otra base nitrogenada
denominada uracilo que también tiene una estructura de anillo de pirimidina y se
entrelaza con la adenina formando su pareja complementaria.