Imaginemos por un momento un escenario en el que las moléculas se ven
obligadas a marchar en fila india a través de un campo eléctrico. Esta es la esencia
de la electroforesis, una técnica de separación que aprovecha las diferencias de
carga y tamaño de las moléculas para clasificarlas y analizarlas con precisión.
En su forma más básica, la electroforesis aprovecha la interacción entre una
matriz gelatinosa y un campo eléctrico aplicado. Al introducir una muestra en el gel y
aplicar una corriente eléctrica, las moléculas migran a través del gel, siendo

separadas por su tamaño y carga. Este proceso permite la visualización y
cuantificación de ADN, ARN, proteínas y otras biomoléculas.
Visualicemos el proceso: una electroforesis se lleva a cabo en una caja
especial, donde una carga positiva reside en un extremo y una carga negativa en el
otro. Al analizar proteínas en un gel, por ejemplo, se observa una carrera molecular.
Las proteínas, completas, son introducidas en el gel y su tamaño es evaluado; las
más pequeñas, migran más lejos en el gel y terminan en la parte inferior del mismo.
Por el contrario, las proteínas de mayor tamaño permanecen en la parte superior,
revelando así su tamaño y estructura.
En el ámbito de la investigación básica, la electroforesis emerge como una
herramienta esencial para comprender la función de genes y proteínas. Ahora, ha
irrumpido con fuerza en el diagnóstico clínico y forense, desempeñando un papel
cada vez más relevante en el análisis y caracterización de muestras biológicas.