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La revolución de los ciliados: Desafiando las Reglas del Código Genético

Por: Jennifer Pochne

En la actualidad, en el mundo existe una enorme diversidad de lenguajes, pero todos ellos han sido elaborados con un objetivo común: elaborar un código para hacerse entender. Y como un enorme gesto de ironía a este abanico de posibilidades, la naturaleza en cambio nos presenta un único “lenguaje” que casi todos los seres vivos siguen fielmente, como un lenguaje universal de la vida: el código genético.

Aunque pueda sonar un poco complejo, el código genético se refiere simplemente a una serie de reglas que permiten a la célula utilizar la información de un gen para construir una proteína. En otras palabras, el código genético permite que un mensaje escrito en una secuencia de ADN se traduzca a una secuencia de aminoácidos. ¿Cómo sucede esto? En dos pasos: en el primero, dentro del núcleo celular el ADN es transcrito a un ARN mensajero; en el segundo, el ARN mensajero sale del núcleo y se encuentra con un ribosoma que traducirá la secuencia escrita en bases nitrogenadas a aminoácidos. Y en este paso está la clave del código genético: por cada una de las combinaciones de tres nucleótidos, a las que llamamos “codones”, el ribosoma incorporará un péptido a la proteína que está sintetizando, siguiendo las reglas del código genético.

Durante la expresión de un gen codificante de proteína, la información fluye del ADN que se transcribe al ARN, y luego este último se traduce a la proteína. Este proceso es conocido como el dogma central de la biología molecular.

Existen 64 combinaciones posibles para formar codones utilizando las cuatro bases nitrogenadas disponibles. Y aquí es donde la naturaleza se resistió a repetir la historia de la torre de Babel: en todos los organismos cada codón corresponde al mismo aminoácido, como si todos habláramos el mismo lenguaje simplemente por ser “seres vivos”. Por eso decimos que el código genético es universal. Dentro del código, el triplete “AUG” es el que siempre da inicio a la traducción de una proteína colocando una metionina, mientras que los codones “UAA”, “UAG” y “UGA”, son conocidos como codones de parada o codones stop, y finalizan la traducción.

Hablamos de universalidad del código, pero (siempre hay un pero…), ¿qué tal si te dijera que en un rincón oculto del mundo genético, existe un rebelde con su propio manual de reglas? Un estudio reciente (https://journals.plos.org/plosgenetics/article?id=10.1371/journal.pgen.1010913#sec017) ha revelado una notable variante del código genético dentro de una especie de ciliado no cultivado perteneciente a la clase Oligohymenophorea. En este organismo, dos de los llamados codones stop no funcionan como codones de finalización de traducción: el UAA codifica para lisina, mientras que el UAG codifica para ácido glutámico. Esta reasignación sin precedentes del código genético presenta un cambio de paradigma en nuestra percepción de la plasticidad y complejidad del código genético.

Esta investigación innovadora no solo amplía nuestro conocimiento sobre las variantes del código genético, sino que abre las puertas para múltiples interrogantes. ¿Cómo podría esta variación en el código genético influir en la evolución de la especie de ciliados y potencialmente en otras formas de vida? ¿Podría esta adaptación genética inusual proporcionar ventajas evolutivas a la especie en ciertos entornos? ¿Qué posibles aplicaciones prácticas podría tener el estudio de este código genético en el campo de la biotecnología? ¿Podrían estas revelaciones conducir a innovaciones en la síntesis de proteínas o en el diseño de terapias genéticas más eficaces? ¿Podrían surgir nuevas líneas de investigación sobre la variabilidad del código genético en diferentes organismos y sus implicaciones biológicas? Estas son solo algunas de las preguntas que podemos plantearnos a partir de los resultados publicados en este estudio.

Y así, en un mundo donde las reglas están hechas para romperse, esta especie de ciliados se erige como un recordatorio extravagante de que los misterios de la naturaleza están lejos de ser desentrañados. Y una vez más nos toca abrazar las excepciones que nos propone la naturaleza y que sin dudas hacen que la ciencia de la vida sea aún más fascinante.

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