Por : Jennifer Pochne
En las últimas décadas nos hemos familiarizado con la reproducción asistida como un método que permite lograr un embarazo que no puede concretarse de manera natural, aunque no todas las personas conozcan en detalle las distintas técnicas que se utilizan. Sin embargo, la criopreservación de gametas (óvulos o espermatozoides), es un procedimiento del cual se habla y se conoce mucho menos. Pero, ¿por qué? Lo cierto es que sobre este tema circula mucha menos información: las personas que pasan por este proceso, no lo cuentan, y las que no lo hacen, no preguntan. Por otra parte, la mayoría de los médicos no suelen plantear esta posibilidad abiertamente porque se considera una decisión personal, y muchas veces cuando el paciente llega con la pregunta o la intención de hacerlo, el momento ya no es el indicado. Sin ir más lejos, recientemente se ha hecho público el caso de la famosa actriz Jennifer Aniston que declaró con respecto a su frustrada búsqueda por ser madre: “Ojalá alguien me hubiera dicho: congela tus óvulos, hazte un favor”.
Pero antes de adentrarnos más en el tema, empecemos por definir de qué se trata. La criopreservación de gametas es una técnica que permite congelar los óvulos o espermatozoides de una persona a temperaturas muy bajas y en condiciones especiales, que permiten su conservación sin deteriorarse. Si bien una muestra de semen también puede congelarse, en este artículo nos centraremos en la criopreservación de óvulos.
¿Por qué congelar óvulos?
Por lo general, la primera pregunta que naturalmente surge respecto de este tema es: ¿por qué una mujer congelaría óvulos? La respuesta a esa pregunta es que el principal objetivo de este procedimiento es posponer su capacidad reproductiva o, dicho de otra forma, darle la posibilidad de decidir ser madre en un futuro, sin experimentar una disminución significativa en su capacidad de quedar embarazada. Pero, ¿cuál es el argumento que respalda la afirmación anterior? Lo que sucede es que la calidad ovocitaria se mantiene durante todo el tiempo que dure la congelación, y que, además, los óvulos congelados “no caducan”. Entonces, por ejemplo, si una mujer realizó la criopreservación a los 30 años, aunque se haga el tratamiento de reproducción asistida a los 40 años, sus óvulos mantienen la calidad que tenían en el momento en que se congelaron. Este factor es clave para mejorar la tasa de éxito del embarazo (como se explicará más adelante).
Si bien la criopreservación de óvulos es elegida por muchas mujeres que por motivos sociales y/o económicos quieren postergar su maternidad, existen otros escenarios en los cuales este procedimiento está particularmente indicado:
- Pacientes oncológicas y no oncológicas que van a recibir tratamientos gonadotóxicos que pueden afectar su fertilidad.
- Pacientes que tienen algún trastorno que puede afectar su fertilidad, como anemia de células falciformes o enfermedades autoinmunes, como el lupus.
- Pacientes que están en circunstancias que pueden afectar su fertilidad, por ejemplo, personas que van a recibir un tratamiento hormonal porque deciden cambiar de género.
¿Cuándo congelar óvulos?
Previamente explicamos que la principal ventaja del procedimiento de criopreservación de óvulos es que permite postergar la maternidad. Pero, ¿por qué utilizar óvulos congelados aumenta las chances de lograr un embarazo? ¿Y qué relación tiene esto con el momento en el cual se recomienda realizar la criopreservación? Para responder estas preguntas debemos entender qué sucede con la reserva ovárica de una mujer a lo largo de su vida.
La reserva ovárica es la cantidad de óvulos de los que dispone una mujer en un momento concreto de su vida, y determina el estado de su fertilidad. A diferencia de lo que sucede con los hombres, que producen espermatozoides continuamente a partir de la pubertad, la cantidad de óvulos que tienen las mujeres es limitada: nacen con una dotación ovárica de aproximadamente un millón de ovocitos, que durante la pubertad se van reduciendo hasta 400.000 – 500.000 óvulos. A partir de ese momento, la reserva ovárica va disminuyendo a cada ciclo menstrual, hasta llegar a la menopausia. Este proceso no sucede de forma “pareja”. La época de mayor fertilidad se encuentra entre los 25-30 años, pero a partir de los 35 años aproximadamente la reserva ovárica empieza a descender y a disminuir su calidad, viéndose mucho más comprometida a partir de los 40 años hasta su completo agotamiento, entre los 45 – 55 años.
Todo esto demuestra que hay una relación directa entre la capacidad fecundante de los óvulos y la edad: cuanto mayor es la mujer, menores son sus posibilidades de embarazarse. Por este motivo, la criopreservación de óvulos es una decisión que es conveniente tomar más temprano que tarde. Si bien legalmente no hay un límite de edad establecido, los expertos en el tema recomiendan realizar el procedimiento antes de los 35 años, y de ser posible, antes de los 30.
En este punto cabe hacer dos aclaraciones importantes. En primer lugar, si bien la recomendación es realizar la criopreservación antes de los 35 años, esto no significa que no sea posible hacerlo más adelante. Lo que es importante, es tener en claro cuáles son las posibilidades reales teniendo en cuenta la edad de la mujer. Por otra parte, debemos recordar que “la biología no es matemática”. Antes de realizar este procedimiento es fundamental evaluar a la paciente a través de una ecografía y un perfil hormonal para valorar su reserva ovárica, aun si es menor de 30 años. En materia de fertilidad, la edad no puede usarse como único parámetro a la hora de evaluar el potencial de fertilidad de una mujer.
Cómo es el procedimiento
Hasta el momento hemos explicado por qué realizar la criopreservación de óvulos, y cuándo es recomendable hacerlo. Pero, ¿cómo se lleva a cabo en la práctica este procedimiento? En realidad, el proceso puede dividirse en distintas etapas, que se llevan a cabo de forma consecutiva.
Etapa 1: Evaluación del paciente. En esta instancia se verifica la reserva ovárica y se evalúa a la paciente para ayudar al médico a elegir el esquema de medicación que utilizará en la siguiente etapa.
Etapa 2: Estimulación ovárica. En esta instancia se administra medicación (hormonas) que estimula a los ovarios para que produzcan múltiples folículos (de donde se obtendrán los óvulos), en lugar de uno solo, como sucede normalmente todos los meses. Durante esta etapa son fundamentales las ecografías vaginales de seguimiento, que permiten controlar el desarrollo de los folículos dentro de los ovarios.
Etapa 3: Recolección de los óvulos. Mediante una punción ovárica, se extraen los óvulos que serán criopreservados. Este procedimiento se realiza bajo sedación, en un consultorio médico o una clínica.
Etapa 4: Evaluación de óvulos. En el laboratorio, el biólogo/a evalúa la calidad de los óvulos extraídos e identifica aquellos que tienen el grado de madurez esperado.
Etapa 5: Criopreservación. Una vez identificados, estos son congelados a – 196°C para detener toda actividad biológica y conservarlos para usarlos en el futuro. Actualmente, el procedimiento más utilizado para congelar los óvulos se conoce como vitrificación, y consiste en un enfriamiento rápido combinado con sustancias que ayudan a prevenir que se formen cristales de hielo durante el proceso de congelación (crioprotectores).
Dilemas éticos
Un aspecto que no puede dejar de considerarse es que criopreservar óvulos conlleva dilemas éticos. Por ejemplo, ¿qué pasa con los óvulos congelados si la mujer muere o deja de poder tomar decisiones por sí misma? O ¿qué pasa si pasada determinada edad simplemente decide que no quiere o no va a necesitar utilizar sus óvulos congelados? ¿Puede donarlos a otra persona o cederlos a la investigación?
Lo cierto es que previo a realizarse el procedimiento, toda mujer que congela sus óvulos debe firmar una serie de documentos en los que se especifica cuál es el uso y destino que se les dará. Por este motivo es fundamental que la paciente esté bien informada respecto de cuánto control tiene sobre sus óvulos congelados y hasta qué momento pueden cambiar de opinión o retirar su consentimiento para ciertos usos.
Por otro lado, algunas personas que podrían elegir entre congelar embriones u óvulos se decantan por la segunda alternativa, debido a que esta opción presenta menos dilemas éticos. Sin embargo, se debe tener en cuenta que si la paciente en algún momento decide utilizar sus óvulos para una fecundación in vitro (FIV), normalmente se descongelan por «cohorte» y se ponen a fecundar a la vez. Así, se pueden llegar a obtener tantos embriones como óvulos hay en la cohorte (aunque usualmente son menos). Dependiendo del escenario y el resultado pueden utilizarse todos los embriones (en sucesivas transferencias hasta lograr un embarazo), pero también puede ocurrir que otros queden a disposición. En este caso, la mujer o la pareja vuelve a encontrarse con otro dilema ético aún mayor: ¿qué hacer con los embriones restantes? Las opciones son destruirlos, donarlos a otra persona, donarlos para la investigación médica o volverlos a congelar.
A modo de cierre, podemos concluir que los motivos e indicaciones por los que se criopreservan los óvulos son muy diversos, pero tienen como denominador común que la mujer desee y decida postergar su maternidad. Dado que este procedimiento da muchos mejores resultados si se hace antes de los 30 años, es fundamental que los médicos entiendan la importancia de asesorar sobre el tema a sus pacientes más temprano que tarde.