Por: Jennifer Pochne
El calendario marcaba el 9 de enero de 1950, cuando Alec John Jeffreys llegó al mundo. En ese momento, nadie hubiera imaginado que este futuro genetista británico sería el responsable de desarrollar la técnica de huellas genéticas de ADN (“Fingerprinting”) que revolucionaría por completo las técnicas de identificación en la ciencia forense.
Jeffreys pasó los primeros seis años de su infancia en Oxford, y en 1956 la familia se mudó a Luton. Influenciado por su padre y su abuelo paterno, desarrolló un interés temprano por la ciencia y una curiosidad que lo acompañaría a lo largo de su carrera. Cuando tenía solo ocho años de edad, su padre le regaló un juego de química y un microscopio. Jeffreys quedó magnetizado por la biología y la química, y encontró en la bioquímica la combinación perfecta entre ambas disciplinas. Después de terminar sus estudios secundarios, asistió al Merton College en la Universidad de Oxford: se graduó en bioquímica en 1972 y en 1975 obtuvo su doctorado en el área de genética humana. Luego pasó un período en la Universidad de Ámsterdam, trabajando en genes de mamíferos. Fue en esta época dónde una primera pregunta clave le vino a la mente: si los genes pueden ser detectados en el ADN, ¿podrán detectarse las diferencias entre las personas en sus genes?
En el año 1977, comenzó a trabajar en la Universidad de Leicester donde años más tarde tendría su “momento Eureka”. El 10 de septiembre de 1984, las radiografías de un experimento de ADN mostraban inesperadamente que se observaban similitudes y diferencias entre el ADN de varios miembros de la familia de su técnico. En media hora Jeffreys comprendió los posibles campos de aplicación de los resultados que tenía delante suyo: así desarrolló una técnica que aprovecha la variabilidad del código genético para identificar a diferentes individuos que hoy se conoce como “huella genética”. Una vez más en la historia un “accidente” dio lugar a un descubrimiento clave que marcaría a la humanidad para siempre. El método ha adquirido una importancia primordial en la ciencia forense para ayudar a las investigaciones policiales, así como para resolver problemas de paternidad e inmigración. Uno de los más emblemáticos ha sido el caso del Nazi Josef Mengele, cuya identidad fue confirmada comparando el ADN obtenido de un hueso del fémur de su esqueleto exhumado con el ADN de su viuda y su hijo. Además, también puede aplicarse a especies distintas de los seres humanos, por ejemplo, en estudios genéticos de poblaciones de animales silvestres.
Jeffreys continuó su labor como profesor de Genética Humana en la Universidad de Leicester, y redireccionó su trabajo hacia el estudio de la herencia de las mutaciones en el ADN de una generación a otra, siendo su principal interés los efectos del ambiente sobre el material genético, como el caso del accidente de la planta nuclear rusa de Chernobyl.
El trabajo de Jeffreys ha sido mundialmente reconocido, y a lo largo de su trayectoria profesional recibió más de 30 premios y distinciones. Entre ellos, en 1986 fue elegido como miembro de la “Royal Society”, y en 1994 fue distinguido como caballero por la corona británica, en reconocimiento por su investigación en el área de genética y su enorme contribución en el campo forense. Después de más de 35 años de carrera en la Universidad de Leicester, Sir Alec Jeffreys se retiró en el año 2012. Su huella, sin embargo, quedará grabada para siempre en la historia de la ciencia.