Por: Jennifer Pochne
El 12 de febrero se celebra el Día de Charles Darwin en honor al nacimiento de este célebre científico, nacido en 1809 en Shrewsbury (Reino Unido) y hoy reconocido como el padre de la teoría de la evolución. La conmemoración de este día tiene como objetivo promover la figura de este gran naturalista inglés y valorar su enorme aporte, principalmente, al formular sobre bases científicas la moderna teoría de la evolución, expuesta en su obra “Sobre el origen de las especies” (1859).
Darwin nació en el seno de una familia que ya estaba vinculada con la ciencia: era hijo de un médico de buena posición y nieto del famoso médico, filósofo, naturalista y poeta inglés Erasmus Darwin. Desde pequeño, mostró ser un amante de la naturaleza y se interesó en conocer la vida y comportamiento de los animales. En 1818 comenzó a asistir a la Shrewsbury School, una escuela anglicana. En 1825 ingresó en la Universidad de Edimburgo, donde empezó a estudiar medicina siguiendo los deseos de su padre. Sin embargo, su fobia por la sangre y la repugnancia por las operaciones quirúrgicas sumado a la incapacidad del profesorado para captar su atención, le llevó a abandonar sus estudios. En 1828 fue admitido en la Universidad de Cambridge con el fin de convertirse en ministro de la Iglesia de Inglaterra. Fue allí donde conoció al geólogo Adam Sedgwick y al naturalista John Stevens Henslow que tendrían un rol decisivo en su vida. De hecho, fue Henslow quien le proporcionó a Darwin la oportunidad de embarcarse como naturalista en un viaje alrededor del mundo.
El 27 de diciembre de 1831, con solo 22 años, Darwin partía como naturalista de la expedición alrededor del mundo a bordo del H.M.S. Beagle (1831-1836), al mando del capitán Robert Fitzroy. Durante los viajes que lo llevarían a recorrer América del Sur, las islas del Pacífico, Australia, Nueva Zelanda y el sur de África, Darwin acopió gran cantidad de materiales de todo tipo y realizó las detalladas observaciones. Toda esta evidencia le permitió, a su regreso al Reino Unido, enunciar la llamada teoría de la evolución. Si bien los primeros esbozos de esta teoría comenzaron a tomar forma en 1837, las fuertes creencias del momento hicieron que tardará más de 20 años en publicar esta obra debido a su preocupación y cierto miedo al rechazo social y religioso.
En 1839 contrajo matrimonio con su prima, Emma Wedgwood, y juntos se trasladaron a la pequeña propiedad de Down House, en Kent. Tuvieron diez hijos, aunque tres murieron cuando eran niños.
Finalmente, el 24 de noviembre de 1859 se publica la primera edición de “El origen de las especies”, en donde Darwin propone la selección natural como el único mecanismo responsable de la evolución valiéndose para demostrarlo, de evidencias científicas. El libro se agotó el primer día de su publicación por lo que se tuvieron que hacer seis ediciones sucesivas.
Si bien hoy entendemos el enorme valor de la obra de Darwin, en el momento de su publicación su teoría representó un golpe mortal a la visión antropocentrista del mundo, y provocó reacciones inmediatas. Algunos biólogos criticaron que Darwin no pudiera probar su hipótesis, mientras que otros atacaron su concepto de variación, sosteniendo que ni podía explicar el origen de las variaciones ni cómo se transmitían a las sucesivas generaciones. Por otra parte, la jerarquía anglicana lanzó sermones incendiarios contra la selección natural y los caricaturistas de los periódicos victorianos ridiculizaron al científico retratándolo como un mono peludo e iletrado.
Afortunadamente, una parte de la comunidad científica pudo entender el enorme valor de sus ideas, y más adelante su teoría fue incluso enriquecida con aportes de otras ramas, como la genética. Hoy en día, Charles Darwin es el segundo científico más citado del mundo, solo superado por el matemático y filósofo, Bertrand Russel.
Después de publicar “El origen de las especies”, Darwin pasó el resto de su vida ampliando diferentes aspectos de los problemas planteados en su primera obra. Si bien su figura ganó mucho más reconocimiento después de su muerte, tuvo algunos reconocimientos en vida: le eligieron miembro de la Sociedad Real (1839) y de la Academia Francesa de las Ciencias (1878).
Charles Darwin falleció el 19 de abril de 1882 y sus restos yacen en la Abadía de Westminster de Londres junto a otras figuras destacadas de la historia de Reino Unido, como sus colegas Isaac Newton y John Herschel.