Por: Jennifer Pochne
Thomas Hunt Morgan fue un reconocido biólogo, zoólogo y genetista estadounidense, cuyos aportes a la ciencia finalmente le valieron en 1933 el primer Premio Nobel de Fisiología otorgado en la historia en el área de la Genética, por sus descubrimientos en el papel de los cromosomas en la herencia. El trabajo de Morgan permitió confirmar que los genes están ubicados a lo largo de los cromosomas, en el interior del núcleo de las células. Además, este científico fue el primero en descubrir el fenómeno de entrecruzamiento, por el cual los cromosomas homólogos pueden intercambiar material hereditario.
Nacido el 25 de septiembre de 1866 en Lexington, Kentucky, desde pequeño mostró un enorme interés por la naturaleza y la historia natural: cuando tenía solo 10 años de edad ya se había convertido en un ávido coleccionista de aves, huevos y fósiles.
Morgan cursó sus estudios universitarios en la Universidad de Kentucky, donde se licenció en 1886. Durante los años 1888-1889, se dedicó a investigar para la Comisión de Pesca de los Estados Unidos en Woods Hole, laboratorio con el cual siempre mantuvo una estrecha relación.
Para continuar con sus estudios de posgrado Morgan ingresó en la Universidad Johns Hopkins, donde se doctoró en biología en 1890, realizando la mayor parte de sus investigaciones en embriología. Ese mismo año obtuvo la beca Adam Bruce y viajó a Europa, donde tuvo la oportunidad de trabajar en el Laboratorio Zoológico Marino de Nápoles. Allí conoció a Hans Driesch (1867-1941) y Curt Herbst. La influencia de Driesch, con quien colaboró más tarde, sin duda fue decisiva para orientar sus intereses hacia la embriología experimental. En 1891 Morgan regresó a Estados Unidos, y aceptó un puesto de profesor en el Bryn Mawr College.
En 1904 Thomas Hunt Morgan se casó con una de sus alumnas de posgrado, la citóloga y embrióloga Lillian V. Sampson, quien luego sería la madre de sus cuatro hijos. Ese mismo año, abandonó el Bryn Mawr College y aceptó una invitación para ocupar la cátedra de zoología experimental en la Universidad de Columbia. En esta prestigiosa institución, donde permanecería durante los siguientes 24 años, Morgan llevó a cabo la mayor parte de sus importantes investigaciones sobre la herencia.
En 1908 Morgan comenzó sus revolucionarias investigaciones genéticas sobre la mosca de la fruta (Drosophila melanogaster), tras leer las investigaciones recientemente redescubiertas del padre de la genética, Gregor Mendel (1822-1884). Como la mayoría de los biólogos y embriólogos de principios de siglo XX, Morgan consideraba que la teoría darwiniana de la evolución carecía de sustento. Pensaba que era difícil concebir el desarrollo de adaptaciones complejas simplemente por acumulación de ligeras variaciones fortuitas. Además, Darwin no había aportado ningún mecanismo hereditario que explicara el origen o la transmisión de las variaciones, salvo su temprana e hipotética teoría de la pangénesis. Aunque Morgan creía que la evolución en sí era un hecho, el mecanismo de selección natural propuesto por Darwin parecía incompleto porque no podía someterse a una prueba experimental.
Morgan también tenía fuertes sospechas sobre las investigaciones de Mendel y las consideraba inexactas. Aunque admitía que los cromosomas podían tener algo que ver con la herencia, sostuvo que ningún cromosoma podía ser portador de rasgos hereditarios específicos. Además, aseguró que la teoría mendeliana era puramente hipotética: aunque podía explicar e incluso predecir los resultados de la reproducción, no podía describir los verdaderos procesos de la herencia. Sin embargo, los resultados de su propio trabajo sobre la mosca de la fruta, hicieron que Morgan cambiase radicalmente su postura frente a la teoría de Mendel: los rigurosos experimentos llevados a cabo en su laboratorio demostrarían que los genes eran realmente unidades cromosómicas discretas de la herencia.
En 1909, mientras trabajaba con este pequeño insecto, Morgan observó una variación conocida como ojo blanco en una sola mosca macho de uno de sus frascos de cultivo. Realizando distintos cruzamientos, Morgan terminó desarrollando la hipótesis de lo que hoy se conoce como herencia ligada al sexo. Además, adoptó el término gen (introducido por el botánico danés Wilhelm Johannsen en 1909), y llegó a la conclusión de que los genes podían estar dispuestos de forma lineal en los cromosomas. Pero esto no fue todo. En colaboración con A.H. Sturtevant, C.B. Bridges y H.J. Muller, Morgan desarrolló el trabajo sobre la Drosophila hasta convertirlo en una teoría de la herencia a gran escala. Uno de los aspectos fundamentales de este trabajo fue la demostración de que a cada gen mendeliano se le podía asignar una posición específica a lo largo de un “mapa” cromosómico lineal. El laboratorio de investigación de Morgan, conocido como la “Sala de las moscas”, logró mapear las posiciones relativas de los genes en los cromosomas de Drosophila, aportando así la prueba definitiva de que los factores de Mendel tenían una base física en la estructura cromosómica. En 1915, Morgan, Sturtevant, Bridges y Muller publicaron un resumen de este importante trabajo en el que sería uno de los más influyentes libros en la genética moderna, titulado “Los mecanismos de la herencia mendeliana”. En distintos grados, Morgan también aceptó la teoría darwiniana en 1916.
Luego de pasar casi un cuarto de siglo en la Universidad de Columbia, en 1928 Morgan fue invitado a organizar la división de biología del Instituto Tecnológico de California (Caltech). En los años siguientes, el doctor Morgan y sus colaboradores, entre los que se encontraban varios estudiantes de posdoctorado y de posgrado, continuaron trabajando con la mosca de la fruta, profundizando en las numerosas características de la teoría cromosómica de la herencia.
En reconocimiento por sus investigaciones y aportes, Morgan fue galardonado con diferentes premios y distinciones. En 1919 fue nombrado miembro extranjero de la Royal Society of London y en 1924 recibió la Medalla Darwin. En 1933 se le otorgó el Premio Nobel por su descubrimiento de los “mecanismos de transmisión hereditaria en la Drosophila”, lo que marcó un hito en la historia al tratarse del primer Nobel otorgado en el área de la genética. Luego, en 1939 recibió la Medalla Copley de la Royal Society of London. Además, entre 1927 y 1931 fue presidente de la Academia Nacional de Ciencias, en 1930 de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia y en 1932 presidió el Sexto Congreso Internacional de Genética.
Morgan dejó constancia de su trabajo en varias publicaciones. Algunos ejemplos de libros que fueron de su autoría son: Heredity and Sex (1913), The Physical Basis of Heredity (1919), Embryology and Genetics (1924), Evolution and Genetics (1925), The Theory of the Gene (1926), Experimental Embryology (1927), todos ellos clásicos de la literatura genética.
El doctor Morgan fue un científico excepcional que no solo brilló en la disciplina que estudia a los genes. Además de su trabajo en genética, Morgan hizo aportes importantes en los campos de la embriología experimental y la regeneración. De hecho, si bien dedicó gran parte de su tiempo y esfuerzo al trabajo genético, el doctor Morgan nunca perdió su interés por una de sus primeras pasiones, la embriología experimental, y durante sus últimos años le prestó una atención cada vez mayor. Como si sus propios aportes no fueran suficientes, Morgan también dejó un enorme legado de investigación en Columbia y Caltech. Numerosos colegas que trabajaron con él también hicieron contribuciones significativas en sus respectivos campos. Entre ellos, cabe mencionar a H. J. Muller, quien en 1946 sería galardonado con el Premio Nobel por su producción de mutaciones mediante rayos X.
Thomas Hunt Morgan permaneció en Caltech hasta su muerte, desempeñando tareas administrativas y realizando investigaciones sobre la herencia en Drosophila, mamíferos, aves y anfibios. Finalmente, falleció en 1945, en Pasadena. Su legado, sin embargo, seguirá para siempre vivo.